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Foto del escritorMelissa A. Rivera Santiago

La importancia de una buena salud mental y los mitos que nos rodean

Actualizado: 6 may 2020

Salud mental, dos cortas palabras que acaparan gran capacidad de información y que al igual deja muchas lagunas a la comprehensión de dicho concepto. Existen muchas interrogantes en este tema. ¿Qué es la salud mental?, ¿Cuáles son sus componentes?, ¿A quienes afecta?, ¿Qué mitos existen en la salud mental?, ¿Cómo reconocer si necesito ayuda psicológica?, ¿Qué opinará mi familia y conocidos si voy con un psicólogo?, y así por el estilo muchas más que discutiremos aquí.


La salud mental es aquel componente que forja nuestro bienestar emocional, psicológico y social. Nuestra salud mental afecta la forma en que pensamos, sentimos, actuamos y enfrentamos los diversos aspectos de nuestras vidas. Una buena salud mental nos ayuda a determinar ¿cómo manejamos el estrés?, cómo reaccionamos ante diversas situaciones o eventos, cómo nos relacionamos con los demás, y, por su puesto, la toma de decisiones en nuestras vidas. Por tal razón, la salud mental es de suma importancia en todas las etapas de la vida. Ella no discrimina por raza, sexo, edad, escolaridad o posición social.

¿Qué es estar mental y emocionalmente saludable?

Antes de contestar esta pregunta, me gustaría realizar un ejercicio mental que la vida misma nos brinda, y la cual nos ayudaría a comprender mejor el concepto de salud mental.


CAMBIOS EN LAS ESTACIONES DEL AÑO = CAMBIOS EN EL ESTADO DE ÁNIMO


Pensemos, ¿cómo nos afectan los cambios en las estaciones del año? Es comprensible que así como el planeta tiene varias estaciones del año, de la misma manera nuestro cuerpo experimenta cambios en el estado de ánimo. Si la naturaleza de nuestro planeta no está saludable, como lo hemos experimentado en estos momentos, de la misma manera nuestra mente no está saludable. En la temporada de invierno (más común en países de invierno) aumentan los casos de depresión, ansiedad, y con ellos el suicidio. Podemos ser testigos de este mismo escenario cuando observamos la tristeza que reflejan los árboles cuando carencen de sus hojas, secos, desnudos ante la vida. La naturaleza espera con paciencia la llegada de la primavera y el verano. De la misma forma aumenta nuestra autoestima. Vemos reflejado en nuestros alrededores, jardines y flores sinónimos de vida y de esperanza. Nuevamente, como un ciclo interminable, regresa el otoño y el invierno. Con la misma analogía, se comporta nuestra salud mental, con altas y bajas de nuestras emociones dependiendo de nuestro estilo de vida y los diversos factores externos influyentes.

A raíz de los sucesos que estamos viviendo con esta pandemia, terremotos y otros sucesos, somos testigos de que NO TODO ES MALO. Nuestros alrededores, nuestro mundo está cambiando, la madre naturaleza se está reconstruyendo, lo que significa una nueva oportunidad para realizar cambios, y nuevas experiencias. Sigamos de perspectiva la naturaleza que nos rodea, que ella nos sirva de inspiración para entender el concepto de salud mental. Una vez comprendamos este significado, podemos reevaluarnos y expandir nuestras mentes a remover de nuestras creencias un “chip” que nos ha sido inculcado sobre la salud mental y los mitos que la acompañan. MITOS DE LA SALUD MENTAL

Existen muchos mitos relacionados al tema de salud mental. Muchos de ellos son un reflejo del mismo temor de ser puestos en tela de juicio. Pero nunca debemos de olvidar que estos mitos significan un sello muchas veces difícil de borrar, el cual nos afecta tanto directa e indirectamente en nuestra formación sana como profesionales y como personas.


Mito #1: La falta de salud mental es equivalente a la locura.

El mito mas peligroso existente, y con tristeza experimentamos en la práctica médica con alta frecuencia, que nuestros pacientes nos contestan con desánimo y rechazo, cuando se le pregunta si desea asistencia de un profesional de la salud mental… entonces es cuando te dicen contestación … “Yo no estoy loco (a)”.

Lamentablemente en nuestra sociedad reaccionamos negativamente ante el concepto de salud mental. Pensamos que siempre estamos bien. Que lo más importante en la vida son los estudios, el trabajo, la familia y la salud física. Pero nunca nos refuerzan que estar saludables incorpora no sólo estar bien físicamente, si no estar en balance con nuestras emociones, sentimientos y pensamientos. La mejor relación sobre este concepto sería la asociación de la depresión y la mala alimentación o falta de apetito, la cual a la vez promueve problemas físicos como la obesidad o el otro extremo de la moneda la bulimia y anorexia.

Vemos a personas que no están saludables de sus emociones y pensamientos e inmediatamente reafirmamos, que eso nunca me va a pasar a mí… Yo soy fuerte, no soy débil. Yo creo en Dios… pero desafortunadamente todo se desmorona con una frase que nos persigue a todos en algún momento u otro… “El qué dirán?” ¿Qué dirán mis familiares, mis amigos, mis compañeros de trabajo o estudio si supieran que busco ayuda de caracter de salud mental? ¿Por qué cometemos ese error?.


Mito #2: Mi diabetes u otra condición crónica no tiene nada que ver con mis emociones

Se nos olvida asociar nuestros padecimientos tales como: la diabetes, presión alta, cáncer y tantas otras, y sus repercusiones en nuestros pensamientos y emociones. Los pacientes diabéticos desconocen el hecho de que su enfermedad va más allá que tener “azúcar alta”. Debemos explicarles y hacerles comprender que la diabetes tiene mayores repercusiones a la salud. La diabetes esta en primer lugar como condición crónica de salud que puede desencadenar problemas de depresión. Este tan solo un ejemplo de las tantas condiciones crónicas de salud que afectan nuestro diario vivir y al cual nos enfrentamos como médicos.

He vivido este escenario muchas veces, verdaderamente me entristece cada vez que sucede. Es lamentable, que hablemos con algún paciente y le dediquemos el tiempo de explicarles sobre sus condiciones de salud y como cuidarse, sobre todo, como cuidar de su salud mental. Se le explica con lujo de detalle, paso por paso, y en todo momento te dan las gracias por la información y hasta te dan la razón sobre las consecuencias de no cuidar bien su salud. Cuando por fin crees como profesional de la salud que haz logrado, por más mínimo que sea, un cambio positivo en un paciente, y le sugieres de métodos de asistencia para salud mental, como psicólogos o terapias alternativas, donde le provean un mecanismo de desahogo, inmediatamente te contestan….”No doctor, que va, yo no necesito eso, yo no estoy loco (a)”, sin embargo, te reafirman que prefieren una pastilla, como si fuera magia, para sucumbir o neutralizar sus emociones.


Mito #3: Soy profesional de la salud, por ende mis emociones y pensamientos están bien y no necesito ayuda.

Más equívoco este pensamiento no podría estar. Desde hace tiempo están ocurriendo eventos desafortunados en la clase médica, incluyendo a los estudiantes, internos, residentes, enfermeras y otros profesionales de la salud. Ser profesional de la salud requiere un entrenamiento sin fin. Se nos entrena a enfrentar situaciones extenuantes y desgarradoras. Aprendemos a demostrar empatía y analizar diagnósticos o brindar noticias desalentadoras. No sin antes pasar varios años acumulando conocimientos y detalles que serán puestos a prueba en diversos exámenes y luego obtener la mejor de las calificaciones … el título “Board Certified”. Un título bien merecido, aunque a cuestas de nuestra salud mental, ya que acumulamos nuestras emociones hasta más no poder.

Entregamos nuestras vidas con el compromiso de ayudar a los demas. Sin contar los días, las horas, los momentos lejos de nuestras propias familias. Tal cual como estamos experimentando en estos momentos a raíz de una pandemia. Realmente, poniendo a prueba nuestro compromiso. Vemos noticias alentadoras de todos los profesionales y voluntarios que ponen un granito de arena por la lucha y la perseverancia. Honramos y alentamos a todos los involucrados y les damos las gracias. Pero aún con esto, no es suficiente.


Es desgarrador lo que estamos presenciando a nivel mundial. Presenciamos el agotamiento, “Burn out” de nuestros profesionales, sin tener idea de cuando tendrá fin la pandemia. Escuchar noticias desalentadoras de suicidio en la clase médica, nos afecta a todos. No debería suceder, sin embargo lleva mucho tiempo sucediendo. Muchos años al margen de la sociedad sin prestarle la debida atención, y a penas hace unos pocos años que salen a la luz pública. Un grito de ayuda que por fin está siendo escuchado. Todo con el fin de crear conciencia, que aún siendo profesionales de la salud, necesitamos ayuda.


Aunque lo que está sucediendo era de esperarse que en algún momento se comenzarían a acumular todas las frustraciones, como lo es el sentimiento de impotencia de no poder hacer más por los pacientes, que no importa los esfuerzos, no dan resultado. Sí, estamos entrenados a eso, pero multipliquen ese escenario por cientos de miles de pacientes por muchos días consecutivos. Es una carga emocional y psicológica monumental. Si a eso le añadimos todo lo acumulado desde un principio y sin la persona haber buscado ayuda profesional alguna vez, por el qué dirán, por sentirse “menos fuerte”, sentimientos que nos inculcan desde pequeños, o por la triste realidad de no poder obtener un mejor puesto, alcanzar una residencia u otra meta, por buscar ayuda. Todo eso se acumula y son escenarios como este, los que se convierten en el “Gran Detonante”. Demostrando así, que la salud mental nos afecta a todos, sin discriminación alguna.


Tengo como meta personal, ser portavoz de poner fin a los mitos de la salud mental a través de la educación a nuestra sociedad, en especial a nuestros pacientes. En este corto tiempo en el que llevo brindando charlas educativas, son ellos los que me han demostrado que sí están dispuestos a escuchar y a poner en practica los consejos. Muchos de ellos dando las gracias por que de una forma u otra se impacta sus vidas. Más allá de su agradecimiento, mi enfoque es alcanzar una mejor calidad de salud mental en nuestro país.


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